¿Qué es la analogía y cómo se aplica?

Analogías

Cuando Charles Lazarus reprodujo estrategias de éxito del sector de los supermercados para lanzar Toys ‘R’ Us (piense en una selección exhaustiva, precios bajos, autoservicio), utilizó el pensamiento analógico: extrajo lecciones de un entorno empresarial y las aplicó a otro.

A veces, las analogías generan estrategias innovadoras, como demuestra el éxito del lanzamiento de Toys ‘R’ Us. Pero cuando las analogías se basan en similitudes superficiales, pueden llevar a los directivos por el mal camino. Pensemos en Enron: al ignorar las diferencias clave entre el comercio de gas natural y el de banda ancha, Enron se embarcó en un plan de diversificación que resultó desastroso.

¿Cómo aprovechar el poder del pensamiento analógico y evitar al mismo tiempo sus escollos? En primer lugar, articule la analogía que su equipo directivo utiliza para sopesar una posible nueva estrategia. Sólo si se hace explícita la analogía se puede evaluar su solidez. Ford Motor Company, por ejemplo, examinó el innovador modelo de cadena de suministro de Dell Computer antes de decidir que las similitudes de producción entre las industrias del automóvil y del ordenador personal eran superadas por las diferencias en las estructuras de costes de la industria. Por último, decida en qué medida su estrategia se trasladará a un nuevo entorno y ajústela para abordar las diferencias clave.

Anología

La analogía ha sido estudiada y discutida desde la antigüedad clásica por filósofos, científicos, teólogos y juristas. En las últimas décadas se ha producido un renovado interés por la analogía, sobre todo en la ciencia cognitiva.

Los filósofos griegos, como Platón y Aristóteles, utilizaban una noción más amplia de la analogía. Veían la analogía como una abstracción compartida[6]. Los objetos análogos no compartían necesariamente una relación, sino también una idea, un patrón, una regularidad, un atributo, un efecto o una filosofía. Estos autores también aceptaban que las comparaciones, las metáforas y las “imágenes” (alegorías) podían utilizarse como argumentos, y a veces las llamaban analogías. Las analogías también debían facilitar la comprensión de esas abstracciones y dar confianza a quienes las utilizaban.

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En la Edad Media se incrementó el uso y la teorización de la analogía. Los juristas romanos ya habían utilizado el razonamiento analógico y la palabra griega analogia. Los juristas medievales distinguían entre analogía legis y analogía iuris (véase más adelante). En la lógica islámica, el razonamiento analógico se utilizó para el proceso de qiyas en la sharia islámica y la jurisprudencia fiqh. En la teología cristiana, se aceptaron los argumentos analógicos para explicar los atributos de Dios. Aquino distinguió entre términos equívocos, unívocos y analógicos, siendo estos últimos los que, como sano, tienen significados diferentes pero relacionados. No sólo una persona puede ser “sana”, sino también los alimentos que son buenos para la salud (véase la distinción contemporánea entre polisemia y homonimia). Tomás Cayetano escribió un influyente tratado sobre la analogía. En todos estos casos, se conservó la amplia noción platónica y aristotélica de analogía. James Francis Ross, en Portraying Analogy (1982), el primer examen sustantivo del tema desde el De Nominum Analogia de Cayetano, demostró que la analogía es un rasgo sistemático y universal de las lenguas naturales, con características identificables y similares a una ley que explican cómo los significados de las palabras en una oración son interdependientes.

Sinónimo de analogía

Los argumentos por analogía son ampliamente discutidos dentro de la teoría de la argumentación. Existe un debate considerable sobre si constituyen una especie de inferencia deductiva (Govier 1999; Waller 2001; Guarini 2004; Kraus 2015). Los teóricos de la argumentación también hacen uso de herramientas como la teoría de los actos de habla (Bermejo-Luque 2012), los esquemas de argumentación y los tipos de diálogo (Macagno et al. 2017; Walton y Hyra 2018) para distinguir diferentes tipos de argumentos por analogía.

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Los argumentos por analogía también se discuten en la vasta literatura sobre modelos científicos y razonamiento basado en modelos, siguiendo el ejemplo de Hesse (1966). Bailer-Jones (2002) establece una útil distinción entre analogías y modelos. Mientras que “muchos modelos tienen sus raíces en una analogía” (2002: 113) y la analogía “puede actuar como catalizador para ayudar a la modelización”, Bailer-Jones observa que “el objetivo de la modelización no tiene nada que ver intrínsecamente con la analogía”. En resumen, los modelos son herramientas de predicción y explicación, mientras que los argumentos analógicos tienen como objetivo establecer la plausibilidad. Una analogía se evalúa en términos de similitud fuente-destino, mientras que un modelo se evalúa en función del éxito que “proporciona el acceso a un fenómeno en el sentido de que interpreta los datos empíricos disponibles sobre el fenómeno”. Sin embargo, si ampliamos nuestra perspectiva más allá de los argumentos analógicos, se restablece la conexión entre modelos y analogías. Nersessian (2009), por ejemplo, destaca el papel de los modelos analógicos en la formación de conceptos y otros procesos cognitivos.

Ejemplo de analogía

La noción de analogía del ser corresponde, desde el punto de vista lógico, al hecho metafísico que supone que el ser (esse) actúa en modos y grados diferenciados en las cosas existentes (o, por decirlo de otra manera, que las cosas participan en el ser en diversos grados). Así, la teoría lógica de la analogía se corresponde con la teoría metafísica de la participación.

En la lógica aristotélico-tomista son posibles tres tipos de analogía (aunque escuelas posteriores han introducido otras distinciones): analogía de “atribución” o “proporción simple”, analogía de “proporcionalidad propia” o “intrínseca” y analogía de “proporcionalidad impropia” o “extrínseca” o “metafórica”.

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1.  La analogía de atribución o proporción simple. La analogía de atribución suele presentarse con un ejemplo clásico: “Tom es ‘sano’, su complexión es ‘sana’, esta comida es ‘sana’, el aire es ‘sano'”. Al observar este ejemplo, notamos que la característica de estar “sano” es propia sólo de Tom, que es el único sujeto del que se puede decir que goza de buena salud, ya que es el único ser vivo de las cosas consideradas en este ejemplo. No se puede hablar propiamente de las otras cosas como “sanas” porque no son seres vivos. Se puede decir que, en cierto sentido, estos seres no vivos están “sanos” sólo en referencia a la buena salud de Tom, que es el único sujeto del predicado “salud” en sentido propio. Por esta razón, a Tom se le llama summum analogatum o primum analogatum.