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Malicia de hecho frente a malicia de derecho
Herbert Wechsler defendió la causa del peticionario en el nº 39. Le acompañan en el escrito Herbert Brownell, Thomas F. Daly, Louis M. Loeb, T. Eric Embry, Marvin E. Frankel, Ronald S. Diana y Doris Wechsler.
William P. Rogers y Samuel R. Pierce, Jr. defendieron la causa de los peticionarios en el nº 40. Con el Sr. Pierce en el escrito estaban I. H. Wachtel, Charles S. Conley, Benjamin Spiegel, Raymond S. Harris, Harry H. Wachtel, Joseph B. Russell, David N. Brainin, Stephen J. Jelin y Charles B. Markham.
Los escritos de amici curiae, instando a la revocación, fueron presentados en el nº 39 por William P. Rogers, Gerald W. Siegel y Stanley Godofsky por la Washington Post Company, y por Howard Ellis, Keith Masters y Don H. Reuben por la Tribune Company. En ambos casos, Edward S. Greenbaum, Harriet F. Pilpel, Melvin L. Wulf, Nanette Dembitz y Nancy F. Wechsler, en nombre de la American Civil Liberties Union et al.
En este caso debemos determinar por primera vez hasta qué punto las protecciones constitucionales de la libertad de expresión y de la prensa limitan el poder de un Estado para conceder una indemnización por daños y perjuicios en una acción por difamación presentada por un funcionario público contra quienes critican su conducta oficial.
Calumnia por malicia
§48. Presunción de malicia Cuando una publicación o expresión difamatoria no privilegiada es falsa, se presume que es maliciosa a menos que se demuestre un motivo justificado para realizarla. Cuando dicha publicación o expresión es verdadera, debe probarse la malicia real para condenar al infractor.
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Ejemplo de imputación difamatoria
La parte supuestamente ofendida que inicia la acción de difamación puede ser una persona privada, una persona jurídica (corporación registrada o sociedad), un funcionario público o una figura pública. El término “funcionario público” abarca ampliamente a los funcionarios nacionales o locales, que ocupan cargos electivos o de designación, y que ejercen poderes discrecionales en el desempeño de funciones gubernamentales, a diferencia de un “empleado” que realiza funciones administrativas o manuales.4 En la jurisprudencia estadounidense, no todos los empleados públicos son “funcionarios públicos” en el contexto de la ley de difamación.5 Una “figura pública” se ha definido como una persona que, por sus logros, su fama, su modo de vida, o por adoptar una profesión o vocación que da al público un interés legítimo en sus actos, asuntos y su carácter, se ha convertido en un “personaje público” o “celebridad”.6 Las autoridades estadounidenses suelen clasificar las figuras públicas en de propósito general7 y de propósito limitado8.
Demandado o Acusado.El demandado en la acción civil o penal por difamación puede ser el autor, escritor o exhibidor de la difamación; la persona que causó la publicación o exhibición de la misma; la persona a la que se atribuye la supuesta publicación difamatoria; y el editor, director comercial o director del periódico, revista o material escrito donde aparece la difamación.9
Imputación difamatoria en tagalo
malicia, malevolencia, mala voluntad, rencor, malignidad, spleen, grudge significan el deseo de ver a otro experimentar dolor, lesión o angustia. la malicia implica un deseo profundamente arraigado, a menudo inexplicable, de ver a otro sufrir.
El asesino en el que se convirtió el propio Capote -mucho más eficazmente que Perry y Dick- cuando, en prosa venenosa y en tertulias, asoló a sus amigos y ensartó a sus competidores con una malicia tan pura como el aire de una tienda de oxígeno.
No cabe duda de que su natural floridez de rostro alentaba las murmuraciones, y la malicia partidista las exageraba; pero durante los años ochenta bebió ciertamente lo suficiente como para invitar a la solicitud de sus amigos y a las burlas de sus enemigos.
El núcleo de la defensa del Times en el caso Palin es que el error en el editorial no fue un caso de malicia real, sino un error cometido bajo un plazo de producción ajustado y rutinario que se corrigió después de ser señalado.
La malicia real o implícita que existe o se atribuye a la intención de alguien que hiere o especialmente mata sin justificación o excusa y que suele requerir cierto grado de deliberación o premeditación o desprecio gratuito por la vida.